Semana 4
—¿¡Qué hay en la caja!? —pregunta Amina por tercera vez, aún con lágrimas en su rostro.
—Eres demasiado impaciente mapache —respondo mientras sonrío.
—Y tú colmas mi paciencia Emma —protesta con una triste sonrisa.
Se me encoge el corazón al ver a mi hermana así, tan entristecida y falta de esperanza. De alguna forma comprendo lo que ella siente, pues yo también he tenido el corazón roto en más de una ocasión.
Amina se enamoró por vez primera, y de su mejor amigo para variar; juntos compartieron cientos de aventuras y conocieron las famosas mariposas en el estómago. Fueron novios los últimos dos años, hasta hace dos horas que eso terminó.
Nosotras tenemos la relación más bella, desde que Amina aprendió el significado de confianza no ha cesado de expresar que soy la persona en quién más confía en todo el mundo, palabras que siempre colocan una sonrisa en mi rostro. Por eso no es de extrañarse que al terminar con su novio viniera a contarme inmediatamente. Escuché todo lo que ella tenía que decir alrededor de una hora, hasta que se me ocurrió mostrarle el contenido de mi caja, el cual nadie más que yo ha visto.
Empecé a explicarle que esa caja significa mucho para mí ya que guarda algunos de mis sentimientos más profundos, ella impaciente como siempre consultó qué hay en su interior cuando yo aún le hablaba.
Ahora tengo de frente a mi pequeña hermana, aunque tiene 18 años, hecha un mar de lágrimas y preguntándose por qué sucedió. Lo único que deseo es poder apaciguar un poco el dolor que ella siente en este momento, o al menos hacerle ver que la entiendo.
Tres veces me ha preguntado qué hay en la caja, pero antes quiero aclarar qué relación tiene mi caja con lo que ella está atravesando.
—Amina, sé que hoy te sientes más triste que nunca, sé que sientes que tu corazón se ha hecho pedazos y no volverá a ser el mismo, yo también lo viví; por ello quiero compartir mi corazón roto contigo —pronuncio con ternura.
—Tú no tienes roto el corazón en este momento, ¿cómo puedes compartir esto conmigo? —inquiere limpiándose el rostro.
—Eso lo entenderás al leer esto —digo al tiempo que abro la pequeña caja color café.
En el interior de la caja hay tres hojas cuidadosamente dobladas, tres hojas que hace mucho tiempo no veía.
—Verás mi pequeño mapache, en los momentos difíciles me es más fácil expresar lo que siento por escrito —prosigo. —¿Recuerdas a Alexander?
—¿El chico que vivía a un par de casas?
—Sí, exacto. Él fue mi primer amor —admito levantando una ceja.
El gesto de Amina cambia al escuchar lo que le cuento.
—Alexander era un chico increíble: amable, caballeroso, inteligente, gracioso y guapo —recuerdo con cariño. —Nuestra relación era muy bonita al inicio, luego las cosas cambiaron, en parte fue a causa de nuestra inmadurez en ese entonces. Dos días después de nuestra separación escribí esta carta —desdoblo una hoja amarilla y leo en voz alta.
La carta dice esto:
9 de agosto del 2013
Alexander:
Después de años de amistad, de conocernos tanto y de lo mucho que compartimos, verdaderamente llegué a creer que eras la persona ideal para mí. Tan solo una palabra tuya me hacía volar muy alto, volar hasta donde tú te encontraras y estar siempre juntos, cada segundo de nuestras vidas. Tú me hiciste decir por primera vez que estaba enamorada, contigo conocí ese sentimiento tan hermoso.
¿Qué fue lo que nos pasó? ¿Cómo permitimos que cosas tan sencillas y tontas nos separaran? No entiendo cómo nuestro amor pudo ser tan frágil y susceptible ante el entorno.
Un día nos decíamos palabras bonitas al oído, al otro llorábamos en silencio. Mi primer beso, mi primera cita, mi primer amor, todo a tu lado.
Y ahora… Estoy en mi habitación con los ojos inflamados y el corazón hecho pedazos deseando regresar en el tiempo, regresar a los días en que íbamos felices tomados de la mano. Nuestros planes juntos han sido frustrados, con tu partida se van todos mis sueños e ilusiones.
—Está carta está impregnada de dolor —musita Amina.
—Es que yo estaba impregnada de dolor. Lloré durante días, convencida de que mis sueños se habían esfumado. Desde luego, estaba exagerando, mi corazón dolido me nublaba la mente.
—¿Ya no sientes dolor al recordarlo?
—No —respondo con una sonrisa, —con el tiempo entendí que Alexander y yo no estábamos destinados a estar juntos. Lo que compartimos fue precioso, sin embargo no sería eterno; tanto él como yo seguimos nuestros caminos y te aseguro que lo nuestro es un dulce recuerdo.
Amina observa unos instantes más mi vieja carta, luego dirige su mirada a la caja.
—Un año y unos meses después comencé mi relación con Andrew —sigo relatando. —Era un amor diferente, estaba lleno de romanticismo y ternura. Cuando nuestra relación finalizó, nuevamente escribí una carta —desdoblo una hoja morada.
Esta carta dice:
20 de febrero del 2017
Andrew:
Que llegaras a mi vida es lo mejor que me ha pasado y seguramente lo mejor que me pasará. Cada momento a tu lado ha llenado mi corazón de alegría y me ha enseñado sobre el verdadero amor.
No entiendo cómo es posible que hoy te alejes, sin importarte mi sufrimiento. Yo que te amo como nadie más, yo que daría la vida por ti.
Era feliz a tu lado, dando los primeros pasos de lo que creía sería el resto de nuestras vidas juntos. Pero todo cambió; celos, mentiras, desconfianza, engaños… Muchas cosas pequeñas que en conjunto derrumbaron nuestra fortaleza de amor.
Hoy mi mundo se cae a pedazos. Lo único que mi alma anhela es estar a tu lado, mi alma sabe que somos el uno para el otro. Si no es contigo no será con nadie más; si no es contigo no habrá más felicidad en mi vida.
—Como podrás darte cuenta esta carta es más intensa —afirmo.
—Y deprimente —completa Amina.
—Así es. Mi relación con Andrew fue diferente, por ende nuestro rompimiento me hizo más daño. Claro, escribí esta carta entre lágrimas solo pensando en el dolor que sentía, creyendo que era el fin.
—No sabía que tu rompimiento con Andrew te había afectado tanto —reconoce Amina con semblante triste.
—Evité compartir lo que sentía tan profundo, aunque me sentía destrozada, incluso dejé de comer, simplemente no tenía apetito —niego con la cabeza. —Superar mis sentimientos por Andrew fue sumamente difícil.
—¿Tardaste mucho en hacerlo?
—Al menos siete meses —respondo. —De por sí terminamos muy mal nuestra relación, ninguno se comportó de la mejor manera. Los siguientes meses fueron un viaje ida y vuelta al dolor, una y otra vez.
—¿Te sentías como… atada a él?
—Sí, es una buena descripción de lo que se siente. Superar eso fue muy difícil, pero al final mi mente y corazón se liberaron. Hoy llevo su recuerdo con cariño y agradecimiento por todo lo bello que vivimos juntos.
—¿Cómo lograste sobreponerte a todo? —masculla Amina con la duda reflejada en su mirada.
—Con fortaleza, ayuda y amor. Fortaleza que saqué de lo más profundo; ayuda de Dios, mi familia y amigos; amor de mis seres queridos y amor propio —contesto con firmeza.
—Es tonto que me comporte así por mi separación —dice mientras baja la cabeza.
—Por supuesto que no. Es natural y comprensible, le diste tu amor y el dolor es inevitable. Así que hoy llora y expresa todo lo que sientes, mas no te aferres a esto, deberás dejarlo ir cuando estés lista.
Amina me mira fijamente con ojos llorosos y una sonrisa.
—¿Y la tercera carta? —interroga.
Esta es la más importante —declaro a la vez que desdoblo una hoja blanca.
—Está en blanco —afirma Amina con la confusión en su rostro.
—Así es, está reservada. La escribiré cuando llegue la persona indicada a mi vida y se la daré. Y no tengo prisa, el verdadero amor llegará a mi vida a su tiempo.
—¿Y qué harás mientras tanto Emma?
—Esto… Estudiar, trabajar, viajar, ayudar, aprender, compartir, conocer, crecer, vivir. Me concentro en mejorar mi persona, en el amor propio y en el amor a los míos. Y eso quiero para ti…
—Quisiera sentirme así ahora mismo, quisiera dejar de sentir esto por él, duele muchísimo.
—También quisiera que así fuera, sin embargo lleva un poco más de tiempo, no será de la noche a la mañana. Pero te aseguro que también te vas a sobreponer, eres una mujer muy fuerte —digo colocando mi mano sobre la suya.
—Creo que no todo es gris como lo veía hace poco.
—Hay montones de colores con los cuales pintarás tu futuro. Ahora puedes sacar todo tu dolor, pronto lo vas a superar, seguirás siendo feliz y a su debido tiempo llegará la persona ideal para compartir esa felicidad contigo. En todo este trayecto yo estaré para apoyarte —afirmo acercándome a ella.
Ambas lloramos, mezcla de los sentimientos compartidos y este preciado momento de hermanas, y nos fundimos en un cálido abrazo con la certeza de que estaremos siempre para apoyarnos la una a la otra.
El reto de esta semana fue:
Te damos una frase como punto de partida y lo demás lo añades tú: "¿¡Qué hay en la caja!?"
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