Semana 6

Arturo despertó con el corazón agitado y un fuerte dolor de espalda. Había dormido en el sofá de su sala y los gritos que escuchaba en su sueño habían provocado que despertara con un sobresalto.

Estaba aún confundido por los acontecimientos de la noche anterior y no lograba resolver qué hacer. Con nerviosismo tomó un baño y se preparó para dirigirse a la escuela donde se desempeñaba como profesor de educación musical. Antes de abrir la puerta principal miró hacia abajo y encontró una hoja de papel doblada, la cual seguramente alguien había deslizado por debajo de la puerta.

Arturo recogió la hoja y la desdobló, en ella había una simple frase:

Ni una sola palabra.

—Pero… ¿Quién? —susurró sintiendo que su corazón se aceleraba otra vez.

Con el temor guiando sus acciones subió a su automóvil y se puso en marcha hacia la escuela.

Haciendo su mayor esfuerzo por actuar natural inició su jornada, ese lunes no tenía ni una hora libre ya que además de sus clases estaba cubriendo unas clases de inglés. La señorita Lucy tenía a su cargo esa asignatura; sin embargo, el día miércoles de la semana anterior telefoneó para informar que renunciaba sin mayor explicación. Intentaron comunicarse con ella pero no atendió las llamadas, lo único que sabían era que vivía sola por lo que no había alguien a quién pudieran preguntar por ella.

Arturo estaba enterado de que ese día entrevistarían a alguien para cubrir la clase de inglés, eso sería un alivio, pues ya no tendría que planificar el doble de clases de lo habitual. Mientras tanto esa carga extra de trabajo contribuyó a mantener su mente ocupada y así evitar que se mostrara nervioso ante sus alumnos y colegas.

Abandonó el salón de música hasta la hora del receso, tiempo en el cual no pudo evitar pensar acerca de lo que había sucedido, dudando respecto a si debía informarlo.

Al regresar al salón y ver su cronograma descubrió otra nota pegada en él. La desdobló con manos trémulas y leyó:

Si hablas habrá consecuencias.

Al momento quince niños bulliciosos de primer grado comenzaron a entrar al salón, así que Arturo guardó con rapidez la nota en su bolsillo y se dispuso a continuar con sus clases de la tarde.

Al finalizar su jornada permaneció al menos tres horas más en la escuela calificando tareas y planificando sus clases para el día siguiente, necesitaba tener su mente alejada de esas estremecedoras notas.

En horas de la tarde iba en su auto camino a casa meditando qué era lo más adecuado, después de unos minutos cambió de rumbo y aceleró. Se estacionó frente a la estación de policías y cuando estaba a punto de abrir la puerta escuchó un teléfono, el sonido provenía de la guantera; Arturo había extraviado el suyo hace unas semanas y estaba seguro que el que estaba en su auto en ese momento no le pertenecía.

Abrió la guantera y encontró un pequeño teléfono celular, vio en la pantalla que había un mensaje nuevo y presionó la opción para leerlo:

Regresa de inmediato a tu casa o lo lamentarás.

El mensaje incluía una fotografía, con los ojos muy abiertos por el asombro observó que se trataba de él sentado en su auto en ese mismo lugar, no estaba seguro de qué ángulo había sido tomada la fotografía, lo que era indudable es que en la fotografía también se podía observar un arma en la mano de alguien.

Tardó un minuto en reaccionar, después de eso encendió su auto y condujo a toda velocidad hacia su casa. El miedo lo invadía y sentía que estaba por tener una crisis nerviosa, rebuscó entre su botiquín hasta que encontró unos calmantes muy fuertes, sin pensarlo tomó dos y media hora después se encontraba en un profundo sueño.

Despertó tarde al día siguiente, no importaba ya que había decidido que se reportaría enfermo. Odiando el ruido de sus pensamientos encendió el televisor, estaba el canal de noticias y la imagen que aparecía en pantalla le resultaba muy familiar.

Enfocaban la escuela donde daba clases y el reportero narraba lo sucedido. Aparentemente la noche anterior habían asesinado a un niño de once años y posterior a eso trasladaron su cuerpo al patio de la escuela, el niño había sido identificado como Rubén Contreras de quinto año.

Arturo recordaba a Rubén, no era muy aplicado en su clase ya que su mundo giraba en torno al deporte, en el básquetbol para especificar. Eso lo hizo revivir la noche del domingo y el horrible suceso que había presenciado.

El domingo en la noche se encontraba en un parque cercano a su casa practicando encestar. Oía otro balón rebotando cerca, seguro de algún otro fanático del deporte. De pronto escuchó el motor de un auto seguido de un golpe y el sonido de las ruedas rechinando.

Se quedó quieto poniendo toda su atención en los sonidos, de pronto un horrendo gritó encendió la alarma en su cabeza. Con cautela se acercó a la calle principal y lo que observó lo paralizó por completo.

Una mujer en ropa interior corría a mitad de la calle, se veía lastimada en diferentes partes del cuerpo; no podía ver su rostro con claridad pero la reconoció por su abundante y rizado cabello negro, era la señorita Lucy. Tan solo había avanzado un par de metros cuando tropezó y otra mujer la alcanzó, ella sin pensarlo un solo momento la golpeó fuertemente con un bate en la cabeza en repetidas ocasiones hasta que Lucy quedó inmóvil.

Arturo todavía no reaccionaba cuando la misteriosa y violenta mujer se percató de su presencia y se dirigió hacia él. Mientras ella caminaba Arturo solo escuchaba su corazón palpitando. Cuando ella se encontraba a cuatro metros de distancia él pudo verla con claridad, no conocía a esa mujer, no podría olvidar esos ojos color ámbar; fue en ese momento que su cuerpo al fin reaccionó y corrió lo más rápido que pudo. No volteó a ver pero escuchó pasos tras de sí, la adrenalina incentivó su huida sin dudar.

Entró a su casa y aseguró la puerta, se sentó en el sillón y se quedó viendo a la nada al mismo tiempo que lágrimas corrían por su rostro.

El sonido del teléfono regresó a Arturo al presente para escuchar al reportero en la televisión afirmar que no habrían clases ese día.

Se dirigió a la mesa del comedor donde se encontraba el aparato, al verlo se le heló la sangre. Había una nota en su mesa con las palabras:

NO SÉ DIALOGAR CON NIÑOS.

No había duda de a quién le pertenecía el otro balón que se escuchaba rebotar en el parque. Revisó el nuevo mensaje en el celular, se trataba de otra fotografía: eran sus pequeñas sobrinas en la entrada de su escuela.

Con manos temblorosas redactó una respuesta:

No diré una sola palabra.

A la mañana siguiente el director interrumpió su clase para presentar al reemplazo de la señorita Lucy.

—Buen día profesor Arturo, le presento a la señorita Valentina —dijo el director.

La mujer le dedicó una dulce sonrisa, pero Arturo solo pudo enfocarse en esos ojos color ámbar que tantas pesadillas le habían provocado los últimos días.


El reto de esta semana fue:

Alguien le deja anónimos a un profesor de primaria. Aparece el cadáver de un niño en el patio. Narra qué ha pasado.

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